Nosaltres, els sense nom

De su niñez en una familia reusense extremadamente pobre en los años de pistolero en la Barcelona revolucionaria de la guerra entre la patronal y el anarcosindicalismo, de combatiente antifascista en el frente de Aragón a ministro de Justicia de la República, Joan Garcia Oliver tuvo una vida de película, aunque hoy sea un hombre olvidado o, más precisamente, desterrado de la memoria oficial. A diferencia de Salvador Seguí, Federica Montseny o de otras figuras del anarquismo catalán, ninguna calle, escuela o biblioteca lleva a su nombre. Solo le recuerda una discreta placa cerca del lugar donde nació, quizás porque, como afirma Xavier Diez en el prólogo a esta edición de las míticas memorias del anarquista, "una vez muerto sigue siendo tan polémico como cuando estaba vivo". García Oliver, efectivamente, nunca fue una figura cómoda. Ni cuándo se convirtió en uno de los líderes naturales del movimiento libertario, ni cuándo, tras la muerte de Franco se especuló sobre su regreso. Nosotros, los sin nombre son unas memorias fascinantes, tanto por la trayectoria humana de su protagonista como por la intensidad política y revolucionaria de su tiempo, y son a la vez una lectura imprescindible para comprender un momento de nuestra historia que nunca ha sido suficientemente bien explicado, ya sea a causa de su complejidad, o por los prejuicios de la sociedad catalana a la hora de abordar un pasado incómodo y polémico.