Luis Belluga (Motril, Granada 1662 – Roma, 1743) es una referencia necesaria —con demasiada frecuencia injustamente olvidada en los libros de Historia— en el paso del Barroco a la Ilustración en España. Clérigo de personalidad compleja y brillante, se forma como teólogo, canonista y abogado en Motril, Granada, Sevilla, Zamora y Córdoba. En 1705 es nombrado obispo de la diócesis de Cartagena, donde ejerce de presidente de la Junta de Murcia y es virrey y capitán general de Valencia —al lado de la causa borbónica— durante la Guerra de Sucesión Española, y también se entrega a una frenética actividad reformadora, filantrópica y colonizadora en la zona del Bajo Segura. Tras ser creado cardenal en 1719, pasa dos años en Roma (1721-1723), luego regresa a España por menos de un año, y en 1724 viaja de nuevo a Roma para quedarse definitivamente. Como asesor de varios papas y «Protector de España», así como por su talante crítico e independiente y su espíritu austero, laborioso y compasivo, y por otras muchas razones que jalonan toda una vida densa y apasionante, este hombre que se forjó a sí mismo y casi llegó hasta lo más alto en la cúspide de la Iglesia —a punto estuvo de ser papa— merece ocupar un lugar destacado en la lista de personajes ilustres de la Historia de España.