Jaime Manrique Palacín nació en la provincia de Burgos. Fue inspirado por la naturaleza del campo para desarrollar su arte. Tomó sus pinceles e inmortalizó en lienzos la belleza que había vivido desde su niñez. Más tarde se trasladó a Madrid, y en el Museo del Prado consiguió que lo que antes había sido su hobby se convirtiese en pasión. A los 20 años se trasladó a Londres, donde continuó su obra pictórica. Pero su pasión por la creación no se detiene en la pintura, sino que se extiende al ámbito literario.