Editorial: Gustavo Gili
Número de páginas: 42 págs. 23.0 x 28.0 cm
Fecha de edición: 01-01-2012
EAN: 9788425224614
ISBN: 978-84-252-2461-4
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Peter Carlberg, el sobrino de la artista, lo recuerda: “Hannah Höch, mi tía, vivía en Berlín Heiligensee, An der Wildbahn 33. La propia dirección indica que estaba más cerca de la campiña de la Marca de Brandeburgo que del Ku’damm y de la Potsdamer Platz. […] Solo después de entrar en su casa y de ser invitado a contemplar sus trabajos tras la ceremonia de bienvenida se enteraba uno de que mi tía había desempeñado un papel importante en el movimiento dadaísta berlinés. Cuando pasábamos junto a las bromelias, Hannah Höch me decía: ‘Mira a estas individuas. Solo son bellas cuando se las mira.’ Y respecto a sus cuadros, guardados en archivadores perfectamente ordenados —uno se llamaba señor Pohlschröder—, señalaba lo siguiente: ‘Ver es más importante que pintar y dibujar, porque esto se aprende. ¡Hay que saber ver!’”
Precisamente para el arte del collage es imprescindible el don de hallar imágenes nuevas en las ya existentes. Con la ayuda de tijeras y de pegamento, Hannah Höch (1889-1978) procuraba crear imágenes novedosas que, a su juicio, solo podían calificarse de logradas cuando el “distanciamiento” respecto a las ilustraciones de base era ya tan radical que resultaba imposible reconocer la procedencia. A veces podemos identificar algunos elementos aislados en los collages, como son, por ejemplo, los espárragos y los guisantes en la lámina titulada Tontita y su huevo, que se juntan para crear una vegetación exuberante. Al mirar más de cerca la lámina Doña Prisas, se descubre que los pétalos son sombras de palmas que se han girado ciento ochenta grados. [...]