Editorial: Loki & Dimas
Número de páginas: 172 págs. 21.0 x 17.0 cm
Fecha de edición: 23-12-2014
EAN: 9788494198991
ISBN: 978-84-941989-9-1
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La inmigración producida por causas económicas constituye una realidad desde finales de los años 90. La persona que inicia un proceso migratorio ha de afrontar diversos retos que representan un gran esfuerzo en todos los ámbitos de su vida; el inmigrante llega a su destino con un patrimonio de salud que puede perder progresivamente en función de las situaciones que tenga que afrontar.
Los parámetros fundamentales a tener en cuenta en una primera etapa del proceso migratorio se resumirían en tres situaciones relacionadas con el estado de salud:
- Las particularidades de la zona de origen (hábitos dietéticos, características fisiológicas, cultura, diferencias climatológicas), las cuales hay que entender más como diferencias que como desigualdades.
- Las consecuencias de las desigualdades sociales y económicas entre países (prevalencia de algunas enfermedades, déficits en algunos aspectos de la salud, pautas incompletas de vacunación, analfabetismo, etc.).
- Los trastornos vinculados al proceso migratorio (desnutrición, deshidratación, agotamiento físico y emocional, estrés, depresión, etc.).
En la segunda etapa del proceso de adaptación a la nueva situación, pueden aparecer alteraciones relacionadas con diferencias sociales y económicas, así como limitaciones al acceso a los servicios de salud (desarrollo de enfermedades infecciosas latentes, descompensaciones nutricionales, visitas de control del embarazo, trastornos psicoafectivos, etc.).
El inmigrante, una vez instalado en su nueva realidad, tiende poco a poco a igualarse en muchos aspectos a la población del país receptor (utilización de recursos de salud, etc.).
Los inmigrantes que acuden a nuestro país proceden fundamentalmente de Latinoamérica, norte de África,
África subsahariana, países del Este, y de China. En las consultas de atención primaria, habitualmente masificadas, aumentan día a día los pacientes con culturas diferentes, maneras diferentes de entender la salud y la enfermedad, lenguas diferentes, y con un color de la piel, en ocasiones, diferente.
En dermatología es básico reconocer las lesiones ele- mentales para poder identificar las diferentes dermopatías. Si además añadimos la diferencia en la coloración de las lesiones, el problema se acentúa, ya que el color rojo del eritema será, por ejemplo, difícil de interpretar. En un estudio realizado en España en 1997 sobre población marginal se detectó que el 48% de los hombres inmigrantes y el 65,7% de las mujeres, declaraban un estado de salud regular, mala, o muy mala (cifras muy superiores a las obtenidas en la población general en el mismo territorio).
Debemos estar formados para el reconocimiento de las lesiones cutáneas sobre la piel de color y para identificar las diferentes enfermedades dermatológicas más comunes en este colectivo.
La definición entre piel pigmentada y piel de color es diferente, incluso en diferentes razas y grupos étnicos. El término fototipo (“SPT: skin phototype system”) de piel, desarrollado por Fitzpatrick, es utilizado por los dermatólogos para catalogar a todas las personas según la reactividad y vulnerabilidad de la piel a la radiación solar y la radiación ultravioleta (UVR), y correlaciona el color de la piel con la habilidad de responder a la luz UV con quemadura o bronceado. Acostumbrémonos, pues, a identificar las múltiples lesiones elementales cutáneas sobre diferentes tipos de piel, sobre diferentes colores. Éste es el futuro de la dermatología en particular, y de parte de la medicina en general.