Editorial: Ediciones San Román
Colección: Testigos de la Guerra Civil Española ; 5
Número de páginas: 272 págs. 21.0 x 14.0 cm
Fecha de edición: 01-09-2022
EAN: 9788417463298
ISBN: 978-84-17463-29-8
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La diócesis de Barbastro es conocida mundialmente por ser la diócesis martirial de España por excelencia. ¡Murieron casi todos sus sacerdotes diocesanos! Fue un auténtico holocausto. Ese martirio fue común al obispo, a los religiosos y a muchos laicos. Pensemos en el seminario de los claretianos: profesores y seminaristas, ¡todo un seminario mártir! Pero persecución sufrieron otras muchas personas, que solo fueron confesores de la fe. Persecución sufrieron los maestros durante la República, lo mismo que los periodistas católicos, los obreros y patronos, los que iban a Misa, los que deseaban una educación católica para sus hijos. Persecución sufrió el semanario El Cruzado Aragonés, cuyos tres últimos directores, 24 colaboradores y el administrador murieron mártires; además de haber desaparecido por completo nueve años del semanario, pues se quemaron todos sus ejemplares allá donde se encontraban. Persecución sufrieron los ornamentos sagrados, los archivos parroquiales, las iglesias, ermitas y capillas, profanadas y destruidas casi en su totalidad.
Vamos a tratar en este libro de los amigos de Dios que en una pequeña diócesis de España, la de Barbastro, de menos de 35.000 habitantes, en la zona Norte de Aragón, de la archidiócesis de Zaragoza. Una diócesis que llevaba décadas a punto de extinguirse, porque se suprimió en el Concordato de 1851. Y sin embargo, contra todo pronóstico, sobrevivió. Pues en esta diócesis pequeña, pobre y condenada a desaparecer, es donde se da la persecución contra la Iglesia Católica en España más tenaz y más feroz. Y a la vez, una respuesta cristiana que nos admira y emociona. Unos sacerdotes mal pagados, menospreciados por muchos por su poca sabiduría humana —también por las altas dignidades eclesiásticas de España y Roma—, resultan ser fieles hasta el martirio, con una rotundidad pasmosa. Y lo mismo sucedió con los religiosos y los laicos. Fueron fieles a Jesucristo y hoy iluminan nuestra vida cristiana. Nos emociona pisar donde ellos pisaron, rezar donde ellos rezaron, vivir donde ellos vivieron.