Del río Beiro a la puerta de Elvira

vivencias, tipos y sitios

Olea, Nicolás

Nicolás Olea, médico en el Hospital Clínico y catedrático de Radiología en la Facultad de Medicina, ha publicado numerosos trabajos científicos relacionados con las enfermedades ambientales y el cáncer, pero esta es su primera incursión en los recuerdos. Quizás, porque un día le dijeron que ejercitar la memoria es siempre bueno y ayuda a prevenir enfermedades neurodegenerativas, decidió, al cumplir los sesenta, que iba a poner por escrito lo que recordaba de La Caleta. Y así, ha reunido en este libro lo que otros libros ya dicen sobre La Caleta y lo que el ejercicio cerebral le ha traído a la memoria. Al final, el resultado es una mezcla de vivencias personales y tipos y sitios que marcaron la vida del barrio, siempre en “innumerables” hospitales, y el reconocimiento de que la infancia vivida en una capital de provincia, durante los años sesenta, le permitió ser, junto a sus amigos, testigo –ojos abiertos, de par en par– de formas y estilos de vida que se desvanecían.
El que escribe –añade- nació en pleno julio en el Sanatorio de la Salud, con deshidratación incluida. Aspiró el olor a incienso y madera rancia del Hospital de San Lázaro. Jugó en los jardines del Hospital Ruiz de Alda –el sanatorio grande-. Escaló tapias y se inició en la búsqueda arqueológica en el Hospital Real –roña de siglos, que diría Francisco Izquierdo-. Conoció lo castizo en el Hospital de San Juan de Dios y San Rafael. Se enfrascó en su profesión en el Hospital Clínico. Total, siete hospitales, en quinientos metros, en 60 años. Todo esto ocurrió en un entorno familiar, cercano, conocido, que me evoca más recuerdos dulces que penas. Recuerdos que, como los de muchos de mis vecinos y cientos de granadinos, están ligados, con mejor o peor suerte, a los hospitales. Siento, por otros, que sus hospitales no estén en mi lista. Pero ellos compondrán la suya propia en torno a iglesias, escuelas, cuarteles o dios sabe qué .