El caso Goldenberg

Toro, Nacho

Shanghái, 26 de noviembre de 1922, once de la noche. Bernardo Goldenberg Levy se despide de sus contertulios en el amplio y lujoso recibidor del cine Victoria, todavía el más coqueto de la ciudad, ya no el más moderno. Están proyectando Dr. Jekyll y Mr. Hyde de John Barrymore y la grave melodía de un inquietante piano irrumpe en la conversación cuando una joven pareja decide abandonar la sala en el momento cumbre de la película. Los dos americanos se vuelven instintivamente a mirarla, o a escucharla, pero Goldenberg ya ha embocado las escalera que lo llevarán a sus aposentos en la planta superior del cine. Por la mañana, el chico de los recados lo encontró muerto en la cama. Estaba todavía vestido, con el periódico en la mano y una pernera del pantalón metida en la boca