Fisiología de las cosas pequeñas

Lozada, Carolina

«Los caprichos de la narración suelen tejer su propio entramado.Quien escribe no siempre maneja el mapa a su antojo. Lo narrado puede tomar caminos alternos, travesías, despeñaderos y hasta calles ciegas. Y de pronto, el carro que ibas conduciendo junto a tus personajes se te llena de gente que quiere contar su historia y hablan todos a la vez a lo largo del trayecto. ¡Es una locura!, ¿cómo conduces un auto mientras tanta gente que apenas cabe adentro te habla sin parar? Debes detenerte y pedirles que se bajen porque hasta el desconcierto necesita un orden. Algunos te obedecen a regañadientes, otros se quedan...».
Esto es lo que sucede en esta Fisiología de las cosas pequeñas que se ocupa de la vida de la secretaria Clara Cecilia y otros personajes extraídos de su costilla como el locutor de radio, el viejo abogado o la señora Lorenzana. A esta narradora entrometida que no es la autora le urge concebir sus historias, hacerlos evolucionar, que bajen del árbol y, en vez de talarlo, lo abonen y lo cuiden. Pues también tiene que salir a hacer la compra, recoger los pelos del gato y recibir al plomero (o al fontanero, como diríamos acá), que está a punto de llegar.
Una divertidísima e ingeniosa novela-juego que es y no es una historia de amor. Donde resuenan ecos de Seis personajes en busca de autor de Pirandello, pero también de los libros más experimentales de Lispector o el Di Benedetto más kafkiano. Pues, aunque la narradora no quiera contarnos del bicho (el mandamás que provocó el éxodo, el quiebre de la economía y la ruptura emocional de la nación), sí, lo ha adivinado, esta novela también habla de Venezuela.