Francisco Buiza

Dávila-Armero del Arenal, Álvaro
Pérez Morales, José Carlos

A Buiza lo encontramos entre los maestros neobarrocos del siglo XX y sus recónditos talleres. El "Currito" que hacía figuritas para Belenes y las vendía en su colegio de los salesianos de Carmona (Sevilla), su localidad natal, comenzó pronto su trayectoria plástica en el taller de Francisco Vélez Bracho, convirtiéndose luego en modelista en el taller de cerámica de Pedro Navia, para finalmente dedicarse a la imaginería bajo la sabia mirada de Sebastián Santos, considerado el imaginero andaluz del pasado siglo XX.
Con Santos estaría en su taller de la sevillana calle Castelar desde 1946 hasta 1952. Será entonces cuando Buiza abandone este taller, que no su larga y entrañable amistad con su maestro, y comience su extensa y productiva andadura individual, instalando taller propio en la calle Viriato.
No será hasta su temprana madurez, con la escultura del Crucificado de la Sangre (1965) para la hermandad sevillana de San Benito, demostración de su alta calidad artística, cuando Buiza logre un gran prestigio como maestro imaginero. Es entonces cuando le llegan constantes encargos del más alto nivel: el conjunto de la Resurrección y el Atado a la Columna para Sevilla, el Gran Poder y el Yacente de Coria del Río...
Para la Semana Santa de Málaga y Cádiz realiza un buen número de obras, entre crucificados, dolorosas y otras misterios. Para Sevilla realizó también numerosos ángeles, arcángeles y evangelistas con destino a los pasos de las más renombradas hermandades sevillanas: Gitanos, Montesión, Servitas, Estrella...
Casi 300 obras que supusieron una fértil producción artística, la cual queda actualizada en el catálogo de esta magna publicación. En esta ocasión, corresponde la autoría del volumen a José Carlos Pérez Morales -que ya intervino en la presente serie con los volúmenes de Juan de Mesa, Pedro Roldán y Francisco Ruiz Gijón- y Álvaro Dávila-Armero del Arenal, y las fotografías a Guillermo Ramírez Torres.
Fallecido en 1983, Francisco Buiza Fernández dejó una estela creativa y un legado de gran valor artístico, que alcanza su más alto valor con el paso del tiempo, y en discípulos tan reconocidos como Luis Álvarez Duarte, Juan Manuel Miñarro, Juan Ventura, Augusto Morilla Delgado o Francisco Berlanga de Ávila.