Olazábal, Antonio
Momeñe, Eduardo
(ed.)
Editorial: Espacio Foto
Número de páginas: 98 págs. 21.0 x 30.0 cm
Fecha de edición: 01-02-2013
EAN: 9788461626748
ISBN: 978-84-616-2674-8
Precio (sin IVA): 24,04 €
Precio (IVA incluído): 25,00 €
In a silent way ... de una manera silenciosa , como un desapercibido observador, es una buena forma de captar instantes fotográficos, registrar escenas fortuitas que puedan mostrarnos lo previsible, lo sorprendente y lo insólito de una ciudad como esta. No se trata de hacer un retrato de Tokyo, esta es "solo" un asombroso escenario, se trata más bien de mirarse en ella.
De una manera silenciosa, así es como se produce esa gran contradicción entre la soledad y la multitud que nos muestra Tokyo donde si las imágenes sonaran podríamos escuchar a Miles Davis...._ Antonio Olazábal.
Texto de Eduardo Momeñe:
Es una manera de fotografiar y de comprender la fotografía. Se trata de incidir en las apariencias para llegar a una posible verdad, la verdad del fotógrafo. No es necesario preguntar mucho, tampoco investigar demasiado, quizás incluso no sea útil ni un callejero ni un mapa. Tampoco hará falta disfrutar de la ciudad, visitar sus highlights, no se puede hacer todo al mismo tiempo.
El tiempo de la fotografía impone una búsqueda fotográfica, como si se tratase de un espía que trabaja fríamente, diría James Agee cuando investigaba la casa de la familia Burroughs, vacía, cuando no había nadie en ella, y observaba como si fuese algo así como un ladrón, moviéndose como no se esperaría que lo hiciese si hubiese alguien en la casa.
Es el silencio del búho en vuelo instantes antes de atrapar la presa, tan solo observación, sin opiniones, sin valoraciones, tan solo la cámara que registra lo que puede ser útil para construir una obra fotográfica. Su sonido al captar la luz es imperceptible. Así entiendo las fotografías de Antonio en Tokio.
Imagino Tokio -nunca he estado allí- como una ciudad ruidosa, también le otorgo un color, quizás abundan los grises, y también es cierto que conozco el cine de Yasujiro Ozu o las palabras de Haruki Murakami, e incluso he leído El Imperio de los Signos de Roland Barthes. Todo ello tendría que ver con un Tokio imaginado, posible, deseado o no, en todo caso incompleto, una realidad inabarcable, por sus mil aristas, sus mil caras, sus miles de capas. Ciertamente el lenguaje, sin duda el fotográfico, no tiene acceso a ello, la realidad no tiene forma, carece de contornos. Es por ello que huimos de la vieja ansiedad por querer narrar, por querer explicar con nuestras fotografías, como si quisiéramos escribir un cuento, como los de Ozu, intentando cercar alguna realidad e incluso verdad. Nuestro relato parte de que Tokio está vacío, como la casa de los Burroughs, que es el paisaje donde situar nuestra cámara, donde observar, donde extraer silencio de tanto ruido. Ya no caemos en la tentación de intentar salvar lo efímero, lo anecdótico, lo circunstancial, lo que ocurre, sino que llegamos, -no importa en qué momento- cuando ya hemos pensado Tokio, cuando ya sabemos nuestro Tokio en fotografías, nuestro único comentario ya es producto de un pensamiento visual. Fotografiamos la idea de Tokio, la nuestra, no es hablable, es una idea fotográfica y como tal plasmada, expresada.
Tokio es el refugio para nuestra narración, siempre en voz baja, apenas susurros, sin nada que explicar, sin querer convencer. Como Atget. Así entiendo las fotografías de Antonio en Tokio._ Eduardo Momeñe.