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cuentos al alimón

Lacave, Marivel
Contreras, Constantino

Editorial: Anroart-Mercurio

Colección: Biblioteca canaria de lecturas ; 6

Número de páginas: 248 págs.  21.0 x 15.0 cm  

Fecha de edición: 29-12-2014

EAN: 9788494293443

ISBN: 978-84-942934-4-3

Precio (sin IVA): 15,00 €

Precio (IVA incluído): 15,60 €

Llegamos a Chile con una de nuestras producciones, NWC-No War Cabaret. Corría el año 2007 y actuábamos en el Teatro San Ginés de Santiago de Chile. Más tarde, la Agencia Española de Cooperación Internacional, al ver nuestro espectáculo, nos sugirió que fuésemos a la Municipalidad de San Bernardo. El caso es que, al poco de llegar, recibo un mensaje de una canaria que se disculpa por no poder asistir a nuestra representación porque se encuentra en el sur del país andino, a unos 1.200 km de donde estamos. Al mismo tiempo, nos invita a un café si paramos por Chiloé. Recibí el mensaje, lo compartí y nos olvidamos pronto de él porque teníamos que atender muchos asuntos. En esto que, por una razón u otra, acabamos en la isla de Chiloé. Una tarde, tomándonos algo en una cafetería, recordé el mensaje de la enigmática canaria y me puse en contacto con ella. Se alegró de saber que un pequeño grupo de canarios estaba muy cerca y nos dio unas indicaciones para que fuésemos a su casa. La tarde iba cayendo poco a poco, pero esto no nos preocupaba porque, según había expuesto la canaria, estaba cerca nuestro destino. Siguiendo sus instrucciones, llegamos a un lugar que paraba en el mar, Dalcahue. Tuvimos que subirnos en una especie de transbordador motorizado en el que cabían dos coches. Así alcanzamos la otra orilla. La barcaza nos dejó en un pequeño embarcadero prácticamente vacío. Volvimos a telefonear y la mujer nos dictó los siguientes pasos: que subiéramos por la única carretera que se abría ante nosotros y que, al llegar a un cartelito que decía “Iglesia”, giráramos a la izquierda. Así lo hicimos. Suponíamos que el cartelito estaría muy cerca y que sería visible, pero no había manera de encontrarlo. Cuando la inquietud empezaba a asaltarnos, apareció el diminuto letrero, que localizamos casi de milagro. Giramos y pronto nos vimos bajando por una carretera de tierra. Recuerdo que estaba encharcada y llena de barro. Los primeros avisos del anochecer ya se iban notando.
Seguimos caminando. Hacía frío. Había niebla. «¿Quién nos mandaría a meternos aquí?», nos decía nuestra conciencia. Llegamos al sitio del encuentro. Habíamos recorrido un buen trecho.
Allí no había nadie. Esperamos. Al rato, volví a telefonear a la mujer.
Me dijo que no podía subir a buscarnos con la camioneta porque había llovido mucho y el camino estaba impracticable; y que no nos preocupásemos, que su marido Tino nos iría a buscar. La noche se había echado encima. Pasa el tiempo y vemos llegar a alguien con una especie de chubasquero que le cubre todo el cuerpo.
No vemos su rostro, solo la barba. Lleva una especie de candil. Nos ve; nosotros, asustados, lo vemos. Nos hace una señal. Nos acercamos hasta donde está. «¿Son ustedes los amigos de Maribel?». Respondemos afirmativamente. Le seguimos hasta una casa.
Allí nos recibe la tal Maribel, de quien solo sabemos que es canaria.
Nos agasaja como solo sabe hacerlo quien recibe a un compatriota fuera de su tierra. Es reconfortante el lugar y el afecto que desprenden nuestros anfitriones. En un determinado momento, me detengo en su biblioteca y veo muchos libros de Maribel Lacave.
Miro a la que hasta hacía unos instantes era una canaria enigmática; ella me devuelve la mirada con una sonrisa. «¿Maribel Lacave?», pregunto. «Sí», dice ella. «¿Eres Maribel Lacave?», le vuelvo a preguntar con asombro. Ella me responde que sí y me desvivo en elogios hacia una de nuestras mejores poetisas. Llegar al fin del mundo para estar bajo el mismo techo de alguien tan especial como ella... La noche cerrada ya lo envuelve todo y nuestros anfitriones nos dicen que no es buen momento para regresar, que lo mejor será que esperemos a la llegada de la mañana. Nos parece bien la sugerencia y aceptamos la invitación. Al día siguiente, nada más salir de la casa, contemplamos el paisaje más bello que jamás habíamos visto. En medio de la naturaleza, la vida bullía: animales que jamás nos habíamos imaginado ver cerca de nosotros “cotidianeaban” indiferentes de nuestra presencia, las plantas de un mitológico Edén ofrecían su místico verdor... y el entorno se había convertido para nosotros en un hermoso trasunto del locus amoenus cantado por la literatura durante siglos. En el confín del mundo, habíamos descubierto uno de los puntos mágicos más puros de nuestro planeta. Aquella tarde en una remota cafetería de la isla de Chiloé trajo consigo tres días maravillosos en la isla de Quinchao, donde cualquier canario tiene una embajada perenne,una casa de por vida.

 

Características

Idioma:
Español
País de edición:
España
Encuadernación:
Cartoné
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