La lluvia es una canción sin letra

Gil Cheza, Ángel

La lluvia toca sus notas sordas contra la hierba, golpea los cristales y se expande. Y somos pentagramas en blanco que se rellenan con ritmos que gotean de un beso, de un goce o una lágrima muda cuyo grito apagado es ahora indomable, como una joven que levantaba espadas tan altas como ella y esparcía las tripas de los enemigos de su pueblo por toda la isla de Irlanda. El amor es una putada, una bendición que trepa desde los pies hasta los genitales, que se abren como pulpas y se abrazan y llega al corazón que, desprevenido, se rinde vencido sin apenas luchar.
Esta química tan sencilla fue la que desnudó a un joven nórdico de su coraza, que lo mismo le protegía de un enemigo que de una caricia. Miles de lluvias después un librero que va huyendo de sí mismo descubre en una isla verde y húmeda que somos de donde se nos quiere y no de donde venimos.
La lluvia toca su canción y nosotros escribimos nuestra letra.