La mujer que siempre quisimos

Morcillo Leal, Jorge

El libro se inicia con un largo preámbulo a modo de justificación, donde se habla del sentido de la literatura, del poder de la palabra y de lo escurridizo que es el arte de expresarse y de contar historias como la que llena las páginas de la novela que introduce. El protagonista intenta encontrar el sentido del arte, acaso de la vida, a través de sus relaciones sentimentales y su aparentemente fracasada carrera como escritor. Para ello recurre de manera reiterada a Comala y a los integrantes de un movimiento literario llamado “los kaossistas”. Llegamos así a las sentencias de Epicuro o de Lucrecio, que alimentan la Academia Comalense de literatura, y que llevarán de la mano al lector a una larga disertación sobre El Quijote y su sexualidad, aderezada con citas de Simone de Beauvoir, del Zaratustra de Nietzsche, James Joyce, Walt Whitman, Jack Kerouack o nuestro Fernando Arrabal. El protagonista se adentra entonces en la polémica sobre la vigencia del nombre de Comala, de la que participa Flavio, Rebeca o su hermano Kiko, todos ellos personajes que suponemos reales. Comala es tratada como un territorio imaginario de la creación literaria, un universo poblado por los fantasmas de grandes escritores y de algunos de sus personajes más controvertidos. Es en ese contexto se trata de desentrañar el sentido último del arte, apoyándose en puntos de vista de Gogol o de Dostoievski.