Editorial: Cazador de Ratas
Número de páginas: 262 págs.
Fecha de edición: 16-03-2016
EAN: 9788494415395
ISBN: 978-84-944153-9-5
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Santa Úrsula es un lugar especial donde vive gente especial. Aquí cada persona guarda un secreto, un misterio, algún horror. Y si no, preguntadle a Lomita Villalobos, esa vieja menuda que es capaz de estar en mil sitios al mismo tiempo. Debe ser una especie de David Copperfield con pelo cardado o las historias de las mujeres que vienen a continuación son el resultado de algún alucinógeno.
Pero volviendo al asunto... Cerca de la frontera de Nuevo México, Santa Úrsula se extiende como una urbe que va proliferando año tras año. Es un lugar un poco abandonado con respecto a la ley, porque todo lo que es de Santa Úrsula, queda en Santa Úrsula: entre sus ranchos, pequeños edificios, sus malolientes pantanos, sus habitantes, sus ferias. Duncan, el sheriff de Santa Úrsula, es consciente de todo eso, por lo que tiene los ojos y oídos puestos en cada rincón del pueblo, en cada metro de la solitaria carretera que atraviesa pantanos a veces inexpugnables. El hombre hace todo lo que puede y más, y sinceramente creo que es la única persona decente que se enfrenta a todo con una frialdad e integridad dignas de admirar. Aunque algo de debilidad deja mostrar por esas malditas bastardas de La Grange... Seguro que algo de decencia ve también en ellas.
Y hablando de las putas... No he podido evitar observarlas y oír todos sus secretillos. Menudo vicio, con ellas tendré material para veintiuna novelas. Por el camino me he dejado llevar por las historias de todas ellas, he intentado entrar en la mente sucia y grotesca de estos esperpentos. ¿Por qué todo esto? Porque soy una morbosa y poseo un alma más sucia que las de estas criaturas; al menos ellas mantienen su dignidad y han conseguido deshacerse del equipaje que sobraba. Yo no puedo decir lo mismo aunque quisiera.
¿Pero qué puede hacer una vieja como yo en un lugar como este para pasar el rato? ¿Ganchillo, arar tierras, escuchar los chismes de las otras patéticas viejas en el café de O’Sullivan? No, no, no... Yo chismorreo y bebo, y pillo una buena cogorza delante de mi máquina de escribir mientras revivo cada escena que desearía haber contemplado de cerca. ¡Cielo santo, habría pagado lo que fuera! Estas tías son unas jodidas heroínas, qué joder. Todas poseen algo que el resto de los mortales desearíamos: cojones y falta de prejuicios. Sí, igual estamos más enteros que todas ellas, pero solo por fuera, en la carcasa que mostramos a este asqueroso mundo.