Mientras dormías, cantabas

Luna, Pino

En un piso de la periferia de Santiago de Chile la noche vieja se torna más desconocida que nunca. Marta merodea el cadáver de su hermana. No está claro si la cumbia hace más o menos dolorosa la autopsia, pero el baile sucede a los abrazos y la intimidad florece como una llaga en la boca de las confidencias. En este libro de cuidada hondura, la gramática del baile y la de los afectos se reproduce como en el querido diario de una familia que podría ser la nuestra, cuando toca habitar la enfermedad. Aquí, los cuerpos se estrechan en los espacios de lo perdido, en la pregunta, en la vaga y mutua comprensión del daño y la continuidad de la vida, y lo que vibra es la tenue esperanza de lo que no vendrá.