Novela picaresca, 2

Cuando Quevedo escribe el Buscón, había leído las dos obras que completan el presente tomo, así como la segunda parte del Guzmán original, de 1604, lo cual confirma la posterioridad de su obra. Quevedo sigue el modelo del Lazarillo, aunque don Pablos no hace una confesión, como la que hacen Lázaro y Guzmán, sino una relación, cuyo esqueleto narrativo está al servicio del creador y no al de su personaje. La interesante introducción de Rosa Navarro Durán nos ofrece un cuidado análisis de diversos episodios del Buscón, para ilustrar la multitud de referencias cruzadas y juegos literarios que la relacionan con los pícaros anteriores, como rasgo del género. El Guitón Onofre también hace guiños literarios a obras picarescas anteriores, pero la lectura del Lazarillo es la que más pesa. Abundan las críticas sociales y las sentencias moralizadoras, según la finalidad didáctica proclamada en el prólogo, aunque no pueden tomarse en serio, viniendo de un protagonista tan irreverente y cínico como Onofre.