Editorial: Shangrila
Colección: Desiderata ; 4
Número de páginas: 234 págs. 20.0 x 14.0 cm
Fecha de edición: 20-09-2021
EAN: 9788412412857
ISBN: 978-84-124128-5-7
Precio (sin IVA): 19,23 €
Precio (IVA incluído): 20,00 €
He aquí una alquimista de la palabra.
He aquí un mundo que es el mundo, no su versión condensada y banal, la versión Reader’s Digest, expurgada de pasión e inquietud, aplanada y hueca, con que se nos alecciona desde la infancia para amputarnos la Vida y hacernos dóciles, lobotomizadas unidades de producción y consumo en un mundo ciego y estéril.
Cada niño es el adulto que será. Cada adulto es el niño que fue.
Mareny es la niña creativa, curiosa, impertinente y mágica que no se ha dejado domesticar. La clase de niña que, cuando algo la perturba, en lugar de cerrar los ojos los abre más.
Sus historias tienen la brevedad del placer o de las pequeñas epifanías cotidianas, a menudo inexplicables y casi siempre incómodas, capaces de dar los mayores vuelcos a las existencias en lo que toda existencia tiene de provisional e irremediable. Poseen esa intensidad y al mismo tiempo la sutileza —que, según la Teología, es la capacidad del “cuerpo glorioso” de penetrar otros cuerpos— de la alquimista desnuda de prejuicios. Sabido es que el verdadero propósito de los alquimistas no era obtener oro a partir de metales vulgares, señalados como tales según un orden interesado y arbitrario, sino recordar al mundo su orden verdadero, ese equilibrio extremadamente delicado que no proscribe la poesía, la fantasía, el sueño ni aun la locura y la muerte.
He aquí el testimonio vivo, la mirada pura, de una disidente capaz de penetrar los sentidos y el alma de otros cuerpos, a menudo con la contundencia del cuchillo que rasga la página. De una exploradora del “fuera de campo” del relato de la realidad comúnmente aceptado.
Una anécdota del rodaje de La semilla del diablo resume su poder mejor que todo lo precedente. Contaba el director de fotografía William Fraker que, para filmar un sencillo plano de Ruth Gordon hablando por teléfono en un dormitorio, Roman Polanski le pidió situar la cámara fuera de la habitación, de manera que la acción quedara enmarcada por la puerta, y señaló un emplazamiento preciso. “Miré por el visor y lo único que se veía era la espalda y el trasero de Ruth sentada en la cama. Le dije: «¡No se la ve!»”. Respuesta del director: “Exacto, exacto”. En el estreno de la película, llegado ese momento, mil quinientas cabezas se movieron para ver a Ruth Gordon a través del marco de la puerta.
Prepárese pues quien lea estos cuentos para no dejar quieta la cabeza.