Editorial: Diputación Foral de Guipúzcoa
Editorial: Bermingham
Número de páginas: 85 págs. 21.0 cm
Fecha de edición: 01-01-2012
EAN: 9788493844592
ISBN: 978-84-938445-9-2
Precio (sin IVA): 14,42 €
Precio (IVA incluído): 15,00 €
Nada como la lluvia sabe mejor decirnos que el Universo es el alma de un gigante desorientado. La lluvia, ese sentimiento que se parece tanto a la melancolía de existir, al desamparo dulce, a la ansiedad cumplida y a la felicidad de estar triste o algo así. La lluvia que nos educa como a criaturas que no saben vivir dentro de una pecera.
Fue mi padre quien me enseñó a mirar la lluvia y me dijo estas palabras: “La lluvia amansa el alma. La lluvia sabe amansar porque la lluvia cae y nosotros estamos. Es así de sencillo. Casi misericordia. Misericordia azul”.
Mirar la lluvia nos mete cosas humildes en la cabeza. A veces es mejor mirar la lluvia que soñar. A veces creo que la lluvia y los mendigos son la misma cosa. Incluso que la lluvia y un ciego que mastica chicle todas las mañanas en la puerta de Mercadona son la misma cosa. Incluso que un gorrión que escarba en la tierra y la lluvia son la misma cosa. Incluso que los ancianos que viven en pisos sin ascensor y comen yogures caducados son la misma cosa. Algunas veces he dejado todo lo que estaba haciendo para mirar la lluvia, exactamente igual, con el mismo motivo y el mismo anhelo de quien se queda despierto muy tarde por la noche por el simple deseo de estar vivo un poco más, un poco más, un poco más. Y siempre miro la lluvia con ese sentimiento de quien va a una iglesia. Y siempre asocio la lluvia a una vena abierta. Y entonces, siento mucha ternura por todo lo que veo y amo todas las cosas que siempre serán charco.
A veces ves llover y el alma se te llena un poco de esa misericordia azul que había en mi padre, y un solitario “impulso de delicia te lleva a escribir” mientras que todo muere lentamente en la Tierra y tú lo notas.