Yedra negra

López de Tejada Flores, Patxi

Con todos los rincones cubiertos de carreteras y calles, y aparcamientos, y casas, es imposible que queden bosques y selvas de verdad, con claros en los que cabalgar y quitarse la armadura y esperar a que pase alguien, solo con la espada en la mano. Que haya aldeas o pueblos aún con solo caminos, o castillos perdidos en cumbres, o palacios que no visitara la gente, o puertos con fragatas y otros buques de vela.
Un sueño que me viene de vez en cuando es que empiezo a bajar las escaleras que llevan a la carretera de abajo, y al principio las bajo al trote, y de repente las bajo de dos en dos, y luego de tres en tres, y después de muchas en muchas, y después comienzo a dar saltos largos por encima de los coches y los bancos; al final doy un gran salto con impulso y empiezo por fin a volar, por encima de las casas y las calles, viendo lo que tienen en las terrazas, y paso por encima de la playa y de las olas rompientes, y de las farolas y los tamarindos del paseo, y finalmente paso sobre toda la bahía y me vuelvo en la isla a mirar el faro y los montes, y las copas de los árboles de la isla en la oscuridad, y al final me lanzo sobre el océano, con todo el viento lleno de salitre dándome en la cara y en el pelo.